Sobre la vida espiritual o el andar en el Espíritu

Aunque esta redención fue consumada, aún necesita ser aplicada. Nuestra mente necesita ser redimida, y también nuestra voluntad y nuestra parte emotiva. Necesitamos ser redimidos de nuestra capacidad natural y caída, de nuestra elocuencia y de la manera en que tratamos a nuestros vecinos.

Sería muy bueno que oráramos así: “Señor, te necesito como mi poder y sabiduría para ser justo, santo y redimido. No quiero permanecer en mi estado natural, en mi condición caída. Quiero estar de lleno en Ti, no en Adán. Dios me trasladó a Ti, y quisiera permanecer allí, redimido de mi manera de pensar, de mi manera de amar a otros y de mi manera de tomar decisiones. Señor, deseo expresarte; redímeme de mi expresión y de mi actitud natural”.
 

(W. L.)
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El diseño y propósito original de Dios para el hombre es que coma del Árbol de la Vida (figura del Hijo) de manera que Dios habite en su espíritu, desde donde Él da dirección, el alma interpreta, y el cuerpo ejecuta.


La Caída invirtió ese orden, de manera que el espíritu murió, y el alma quedó esclavizada por las pasiones de la carne que batallan contra el alma.


La Obra de Cristo trajo el remedio a esa situación para restaurar el orden original: el Espíritu de Cristo se unió a nuestro espíritu humano cuando nacimos de nuevo, y desde ahí no guía; el alma debe interpretar (mente), simpatizar con el sentir del espíritu (emoción) y escogerlo (voluntad), ejecutando su voluntad por medio del cuerpo.


Por eso es importante que la Palabra viva y eficaz, como el cuchillo de doble filo del sacerdote que preparaba los sacrificios, separe alma y espíritu (algo doloroso), para poder distinguir lo que proviene del espíritu y seguirlo, y lo que proviene del alma y negarlo. Para crecer y llegar a ser cristianos "espirituales", y no "carnales", ni "almáticos" (es decir, que son guiados por su alma, ya sea por su mente, por sus emociones o por su voluntarismo): "Pero el hombre almático (dice el texto griego) no acepta las cosas del Espíritu de DIOS, porque para él son necedad, y no puede entenderlas porque se han de discernir espiritualmente. 15 En cambio, el espiritual juzga todas las cosas, pero él no es juzgado por nadie" (1Cor 2:14-15).


Es así como vamos aprendiendo a no confundir lo almático: el intelectualismo, el emocionalismo o el voluntarismo, con lo espiritual. El cristianos intelectualista es guiado por su mente, el emocionalista por su emoción, y el voluntarista por su voluntad. Según el temperamento y carácter del cristiano, predomina una u otra parte del alma. El crecimiento espiritual consiste en aprender a ejercitar el espíritu humano regenerado, donde mora el Espíritu de Cristo, para reconocer su voz, su dirección, interpretándola con la mente, amándola con la emoción, y ejecutándola con la voluntad por medio del cuerpo. Tanto en nuestra vida diaria en el mundo, como en la comunión de la Iglesia; en nuestras decisiones terrenales, como en nuestro servicio a Dios; cuando decidimos hacer una compra, o cuando abrimos la boca en la reunión de la iglesia... En todo nuestro andar.


Eso es la vida espiritual, la espiritualidad bíblica: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de DIOS, estos son 'uiós' (hijos maduros) de DIOS" (Rm 8:14), por contraste con los 'teknon' de Dios, los bebés en Cristo (si son nuevos en el Señor), o los cristianos carnales: "1 Pero yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en CRISTO. 2 Os di a beber leche, no alimento sólido, porque no erais capaces, ni aún ahora sois capaces. 3 Porque aún sois carnales..." (1Cor 3:1-3).


El Señor 'empodere' nuestro espíritu y nos dé su gracia para crecer hacia la madurez espiritual (Ef 3:16-17).

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